Los Pequeños Milagros.
Esa mañana fue atareada. Después de la terapia, Quique y Liz decidieron caminar para realizar las siguientes diligencias. Todo parecía cerca, pero, al momento de hacer el recorrido fue agotador. Las calles de esa ciudad eran irregulares y no secuenciales. Sus aceras muy altas por el paso de arroyos en tiempo de lluvia. Las mismas parecían verdaderos gimnasios en las cuales se van haciendo maromas. A veces es preferible caminar por el borde de la calle. Total, bajo ese sol abrasador, piano a piano llegaron a su segundo destino. La búsqueda de medicamentos para el tratamiento pulmonar de Quique. Fue rápido por cuanto por su condición de salud tenia prioridad en su atención. De allí, al hospital, para la cita con el neurocirujano. No había una fecha cercana. Quedó la promesa de una respuesta oportuna.
Ya era mediodía y decidieron seguir a pie hasta la casa, había que ahorrar unos pesos. Iban despacio, concienciando cada elemento del entorno. Una casa llamó su atención. Al frente estaban dos jaulas, cada una contenía un loro. Mientras estaban entretenidos con ellos, se paró un carro. Adentro iba una pareja de más de 50 años. Afablemente les preguntaron para dónde iban, que el calor era espantoso y deseaban darles un empujoncito. Por un momento, Liz dudó en aceptar, luego pensó que serian hermanos de alguna iglesia donde se habían congregado. Aceptaron. El conductor era muy jovial. Durante el recorrido llevaba música cristiana. Liz se preguntaba de donde los conocería. Al pasar frente una iglesia católica se hizo la señal de la cruz, el chófer. Los llevaron hasta la puerta de la casa y al bajarse, el conductor les dijo: _ Si cada uno, hiciera un pequeño gesto por otro cambiaríamos este mundo.
Esos pequeños gestos son los milagros de Dios, de ese ejército de ángeles colocados en el camino. Tendamos la mano a quienes lo necesiten y disfrutemos esa rica sensación de hacer el bien. Bendiciones!
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